El enlace, aquí.

Algún fragmento:

 

Jordi Amat te ha definido como el nieto de Josep Pla, pero diría que junto al ampurdanés hay más de un abuelo inglés, empezando por tu admirado Evelyn Waugh.

Ojalá hubiera aires de familia, pero el hecho de que hayamos leído a unos autores, claro, no significa que nos hayan influido o que nos parezcamos a ellos. Tu voz, por otra parte, puede hacerse de muchas voces, pero lo que cuenta es si al final es la tuya, guste más o guste menos.

Esta mezcla de referencias se traslada a tu diario, donde lo castizo se entremezcla con lo british y donde tu mirada parece buscar la cultura y el estilo británico a la vez que intenta rescatar lo castizo de un Madrid que parece ir perdiendo sus signos de identidad

Es curioso, porque he leído -y creo que en el libro se ve- mucha literatura francesa. Al menos, la suficiente para no buscar demasiados britanismos en Madrid, que es una ciudad -y esto no quiere decir que no la critique- con un relieve muy propio. Sí es verdad que salí al mundo o, al menos, a la escritura, con la sensación de “último romántico” común a tantas generaciones.

Las lecturas de los franceses están ahí, pero en Pompa y circunstancia revelaba tu amplio conocimiento de la cultura inglesa. Así que, déjame repreguntarte por tus influencias anglosajonas dentro del género del diario.

Y en esta mezcla aparece Pla, pero también José Carlos Llop, Villalonga o Valentí Puig y la reivindicación de “escritores, articulistas, conservadores sin tocino rancio, católicos no sacristanescos”, pero, sobre todo, “catalanoparlantes no nacionalistas”.

Esas tradiciones estaban ahí al alcance de la mano en las librerías cuando empecé a frecuentarlas, y yo me he sentido tan cómodo con Alcover como con Rubén Darío. Esos Llop, Villalonga, Puig, que citas, encarnan una tradición de finura quizá no tan común entre nosotros, aunque siempre hay que hacer hueco en estos casos a la pura genialidad individual. En cualquier caso, es una noble tradición -pienso ahora en Pla y en Delibes- que los escritores de las diversas lenguas peninsulares tengan una curiosidad los unos por los otros. Y es muy natural.

Por lo que se refiere al género del diario, este es recurrente en la generación de Trapiello o Llop, pero no en la tuya. A lo largo de las páginas de Ya sentarás cabeza y es el hecho de no sentirte dentro de la generación a la que por edad te pertenece ya sea por temas culturales como ideológicos, como queda subrayado en las páginas dedicadas al 15M.

Bueno, yo espero que nadie me quite de mi generación, a la que espero aportar mis propios matices. No todo el mundo estuvo en el 15M: recordemos que luego iba a haber una mayoría absoluta del centro-derecha. Si mi posición es minoritaria entre los escritores, ni me parece mal ni me envanece: ¡es lo que hay! Todos esperamos ser algo más que un “escritor conservador” o un “escritor progresista”.

Sin duda. Te lo planteo de otra manera: ¿Desde un punto de vista exclusivamente literario te sientes más cercano a generaciones anteriores?

Me siento cercano a lo que leí en mis años de formación, mucho 98, mucha literatura inglesa y mucha francesa. Creo que muchos fetiches de nuestra generación pasarán pronto -tienen más de sociología que de literatura. Pero está claro que uno no piensa en sí mismo generacionalmente: hace lo que puede en el tiempo que le ha tocado vivir.

¿Hasta qué punto este encaje tiene que ver con el conservadurismo? “España necesita un centroderecha fuerte y yo apoyaré cuando pueda para conseguirlo”, afirmas. ¿Es precisamente esta certeza la que te aleja, en parte, de esa generación a la que cronológicamente perteneces?

También necesita un centro-izquierda fuerte. En mi generación hay talentos extraordinarios de un signo y de otro. Creo que es un deber de la generosidad intelectual reconocer el talento, sea del signo que sea. Es muy malo cuando a un escritor solo le aplauden -o comentan o critican- los de una parroquia: demuestran que están con él por cómo piensa, y lo que escribe importa menos. Gran receta, por otra parte, para la mediocridad. Uno no es del todo libre hasta que no defrauda a su parroquia.

Volviendo al tema de tu encaje, quiero preguntarte sobre la tradición liberal, tan arraigada en Gran Bretaña. ¿Es ahí donde te sentirías más cómodo?

España tiene una tradición de moderantismo, de Jovellanos a esta parte, con la que mucha gente, y yo mismo, nos podemos sentir cómodos. Es bueno mirar a otros países e inspirarse en ellos, pero con la prudencia de que muchas de las condiciones no se pueden trasladar. Como sea, la suma liberal-conservadora ha sido fértil desde tiempos de Burke hasta la posguerra alemana.

Te lo preguntaba, porque precisamente no son pocos -recientemente, aquí en Letra Global, José María Lassalle- los que reivindican la figura de Jovellanos, señalando que uno de los problemas con respecto al liberalismo en España es la ausencia de una ilustración.

No podemos reescribir la historia, pero sí podemos reponernos de ella. No tuvimos un Locke, pero a otros no les purgó ningún demonio haber tenido a Kant. Creo que durante no pocos tramos -finales del XVIII, cierta Restauración, el 78…- hemos sido convalidables a la mayor parte de países europeos. Somos en exceso dramáticos con nuestra propia historia, que es el lugar de las lágrimas para todo el mundo (salvo, quizá, para los suizos). Incluso si aceptamos no haber sido ilustrados de primera hora, ¿qué nos impediría serlo ahora?

De lo que no hay duda es que no escondes tus orígenes. ¿Prevalece la honestidad antes que el miedo o el temor de que la imagen que se proyecta no guste a todos?

No podemos hacer nada para gustar o no gustar.

Por lo que se refiere a la honestidad, ahí están tus perfiles políticos, donde quedan claramente visibles tus filias y tus fobias. ¿Cambiarías algo, ahora, de esos perfiles? ¿Sigues suscribiéndolos por completo?

Con algunos de esos personajes luego iba a tener una relación importante y por eso llegué a conocerlos mejor, pero en el año, qué sé yo, 2008 o 2010, no sabía lo que después iba a saber, y el libro, claro, así lo recoge.

Si a Casado le defines como inteligente, pero no intelectual, de Zapatero subrayas que le ponen sobre la mesa los libros que tiene que leer. ¿Falta cultura en la política y, sobre todo, en los nuevos políticos?

A mí me gusta que los políticos tengan una cierta curiosidad intelectual y sensibilidad cultural, pero no creo que debamos pedirles que, además de políticos, sean también expertos en, qué sé yo, indoeuropeo o literatura comparada. El político, por otra parte, es un hombre de acción -no así el intelectual.

Pero si miramos a Francia nos encontramos con Macron, que se graduó en filosofía en Nanterre, ¿algo impensable aquí? ¿Hasta qué punto la carrera política no se ha convertido en una carrera de por sí?

Y trabajó, creo, con Paul Ricoeur. No nos pasaría nada por prestigiar más las carreras de letras, ciertamente -aunque a veces seamos nosotros mismos quienes más hacemos para que no se nos tome en serio. Por lo demás, menos mal que hay gente con vocación para hacer carrera política:

Te lo pregunto de otra manera: ¿La figura de los “redactores de discurso” es el reflejo del empobrecimiento de la oratoria política y de argumentario?

La calidad de la oratoria y la calidad de la política no son equivalentes: nunca mayores cumbres retóricas que en el XIX español, y pocas veces sacamos los pies del charco. Por no hablar de la oratoria de los años 30. Más allá de la especificidad de algunas materias, asesores y redactores de discursos hay desde que los políticos tienen una agenda muy intensa, en relación estrecha con la difusión que se le da y el papel que se quiere tener en los medios de masas. En los años sesenta, el primer ministro Macmillan todavía pasaba las tardes leyendo a Trollope. Ahora los gabinetes tienen más trabajo.

Como dices al inicio, ¿el periodismo queda para ser recordado?

Yo siempre me las he arreglado para mantenerme cerca, para escribir aquí y allá, así que no debo limitarme a recordarlo.

UN LIBRO, UNA CIUDAD Y UNA MÚSICA

Libro: Una danza para la música del tiempo, de A. Powell, ideal para confinamientos.

Ciudad: Este verano, de turista por Inglaterra, quedé prendado de Norwich.

Película: Debo decir que la película 13 Días refleja con enorme fidelidad el funcionamiento de un gabinete.

Pieza musical: Algún fandango dieciochesco o -en música ligera, ¡más ligera si cabe!- Nat King Cole en español.

Ignacio Peyró
Últimas entradas de Ignacio Peyró (ver todo)