Todavía en un estado de gracia auroral, el primer ministro Tony Blair hizo un elogio fúnebre de Diana de Gales –definida como “la princesa del pueblo”- por el que no pocos comentaristas coligieron un nuevo ciclo en la vida pública británica. Con ese discurso quedaba fijado –se dijo- el adiós al retraimiento afectivo tan característico de los ingleses, para dar la bienvenida al emotivismo como nuevo baremo de autenticidad. El resto puede leerse en The Objective. 

Ignacio Peyró
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