El siglo XX puso a las madres bajo sospecha: cualquier problema humano tenía su causa en una “madre frigorífico” que nos negó su afecto o en una madre hiperprotectora que nos abrumó con él. El siglo XXI ha traído otros problemas: a las madres se les exige más y se les reconoce menos. El canon estético desdeña las formas alusivas a la maternidad. La presión laboral quita tiempo y calidad de tiempo con los hijos. Por supuesto, quedarse en casa no se considera planteable, muchos menos valioso. El ritmo vital pospone el tener hijos y –en consecuencia- reduce su número. David Brooks afirma que las mujeres tienen más opciones sobre el tipo de vida que quieren llevar, pero no tienen más opciones sobre cómo secuenciar su vida. El resto puede leerse en The Objective.

 

Ignacio Peyró
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